Fray Cristóbal de Torres
Eclesiástico español (Burgos,
7573 Santafé de Bogotá, julio 8 de 1654), arzobispo de Santafé de Bogotá,
fundador del Colegio Mayor del Rosario. Hijo de Juan de Torres y de Agueda de
Motones, a los dieciséis años se ordenó como dominico. Regentó las cátedras de
Artes y Teología en el Convento de San Pablo de Burgos, y de Teología en San
Pedro Mártir de Toledo; fue maestro de estudiantes en San Ildefonso el Real de
Toro. En 1625 alcanzó el magisterio y fue prior de su Convento de Burgos y
definidor en el Capítulo Provincial de Toro. En 1614 recibió una amonestación
por un sermón sobre la Virgen, que causó escándalo y motivó su salida de
Córdoba. En 1617 fue nombrado predicador real de Palacio por el cardenal
arzobispo de Sevilla Diego de Guzmán, cargo en el que fue confirmado por Felipe
IV. Fue consejero espiritual del "favorito" del rey don Francisco de
Sandoval y Rojas, primer duque de Lerma. En 1626 dio el pase para la impresión
de la obra Política de Dios, Gobierno de Cristo y Tiranía de Satanás, de
Francisco de Quevedo y Villegas, hecho que motivó que Quevedo, en 1633, le
dedicara a fray Cristóbal su tratado La Cuna y la Sepultura, para el
conocimiento propio y desengaño de las cosas ajenas. Cuenta el biógrafo de
Torres, fray Alberto E. Ariza, O.P.: Vacante la sede metropolitana del Nuevo
Reino de Granada por muerte del arzobispo D. Bernardino de Almansa, el rey
Felipe IV designó a fray Cristóbal para Arzobispo de Santafé, el 2 de abril de
1634. Los escogidos para acompañarlo en su nueva misión fueron su hermana Ana
María, viuda de Juan de Castellanos; sus sobrinos Roque y Juan Bravo, clérigo
el primero y capitán el segundo, doña María Bravo de Torres y su prima Doña
María de Isla. También viajaron en su séquito el médico Rodrigo Enríquez de
Andrade, don Cristóbal de Aguilar y el licenciado Rodrigo Cerbeleón Santa Cruz.
Llegó a Cartagena de Indias entre julio y agosto, y allí, en el templo de Santo
Domingo, recibió el sagrado palio, de manos del obispo fray Luis de Córdoba y
Ronquillo. En Cartagena se amplió su comitiva con los religiosos Miguel de las
Cuevas, don Bartolomé del Río y Portillo, el provincial dominico fray Mateo de
Valenzuela y el prior de Cartagena, maestro fray Alonso Hinestrosa Bordas.
Debido a las grandes
prerrogativas que el patronato real había otorgado a los presidentes, las
relaciones de éstos con la Iglesia no eran nada fáciles. El antecesor de fray
Cristóbal, don Bernardino de Almansa, había tenido una guerra sin cuartel con
el presidente don Sancho Girón de Narváez y con don Martín de Saavedra y
Guzmán, quienes fueron apoyados por los jesuitas. Para la fiesta de Corpus
Christi, en junio de 1636, Torres escribió una obra que tituló Lengua
Eucarística del hombre bueno, exposición de la doctrina del Angélico Santo
Tomás de Aquino sobre la Eucaristía. Durante esta celebración, el sermón de un
jesuita sobre la comunión de los indios impresionó a fray Cristóbal de tal
manera que procedió a convocar una junta de estudio sobre el fomento de ésta.
Fruto de los trabajos de la junta, el arzobispo decretó el 25 de noviembre de
1636 una censura por el abuso tan pernicioso que está entablado en las Indias,
principalmente en este Reino, de negar la comunión a los indios, casi
generalmente, aun en la hora de la muerte. Torres ordenó preparar a los indios
para la comunión y examinar (ayudado por los jesuitas Coluccini y Dedal) a los
doctrineros en ciencia eclesiástica y lengua indígena, para dejar en cada
pueblo un catecismo en idioma indígena y averiguar la validez del bautismo de
los adultos. Tan importante fue su labor que el canónigo de Santafé escribió:
El señor don fray Cristóbal de Torres, que gobernó este Arzobispado, el año
1636, esto es, cien años después de la conquista, fue el primero que se
resolvió a dar la Comunión a los indios�.
En agradecimiento, los indígenas de Gachancipá le obsequiaron una mitra hecha
de paja. El arzobispo apoyó con cien pesos anuales al Asilo de Beneficencia,
fundado por el presidente Saavedra y Guzmán. En 1638, como "auxilio al
Estado", envió 5000 pesos al gobernador de Guayana, don Diego López de
Escobar, que sufrió saqueo de los ingleses, y costeó el viaje de Francisco
Vargas Maldonado y Juan Bravo de Torres, sus sobrinos, para que fueran en ayuda
del gobernador. En 1640 el arzobispo fundó la Botica para Indigentes, costeando
de su peculio los sueldos del médico (350 pesos),, del cirujano (200 pesos) y
del barbero (60 pesos). Su generosidad fue considerada como largueza por el
presidente, quien lo acusó ante el rey pidiéndole que ejerciera control sobre
el arzobispo.
El rey Felipe IV le dio el nombre
de "Restaurador del Santísimo Rosario", título que apreciaba más que
el de arzobispo de Santafé, debido a su inmensa devoción que lo llevó a
introducir el rezo a coros del Santísimo Rosario, costumbre que se extendió a
toda España. Sobre el tema dejó escritas dos obras: El Ave María (seis tomos en
folio) y Cuna mística. Para perpetuar la memoria, bautizó su colegio con el
nombre de Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Respecto a la fundación
del Colegio del Rosario, su biógrafo fray Alberto Ariza dice: Apenas llegado
fray Cristóbal a su sede, capta la situación de la cultura. La Universidad de
Santo Tomás, la primera del Nuevo Reino, si bien está erigida con anuencia de
Su Majestad [...] viene entrabada por la Compañía de Jesús que anhela para su
Academia javeriana, fundada el 23 de junio de 1623, la categoría de
Universidad. Su mente se ilumina con una idea redentora: la fundación de un
Instituto de Estudios Superiores, libre de litigios. Tal Instituto ha de ser
una réplica del "Colegio del Arzobispo", de la ciudad de Salamanca,
bajo la guía del angélico doctor santo Tomás de Aquino. El 1 de abril de 1645,
fray Cristóbal de Torres protocolizó su proyecto, que ratificó el 4 de julio;
erigió el Colegio, lo puso bajo la dirección de sus hermanos de hábito y
designó como rector al aragonés fray Tomás Navarro. El 28 de diciembre de 1653
fue inaugurado el Colegio; el 17 de enero de 1654 se protocolizaron los
documentos pertinentes de la fundación. A propósito, la crónica de la fiesta
del Rosario en 1855 dice: El Ilustrísimo Señor Don Fray Cristóbal de Torres,
Arzobispo de esta Diócesis (de 1635 a 1655) [sic] fundó un Colegio en Bogotá
poniéndolo bajo la protección de Nuestra Señora del Rosario. La Reina de
España, Doña Margarita de Austria, bordó con sus propias manos una pequeña
imagen en aquella advocación, y obsequió con ella al fundador, su antiguo
director espiritual, quien la colocó en un altar distinguido del Colegio, y
desde entonces hasta ahora que todavía se conserva, se le ha denominado
"La Bordadita", patrona del establecimiento. Fray Cristóbal de Torres
murió a los 80 años, el 8 de julio de 1654.
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